CARPE DIEM 3

Capítulo 15

Las vacaciones, lejos de ser días alegres y esperados, resultaban un castigo. Había que ir al pueblo, y en la masía familiar, debíamos soportar, no solo a la abuela, cada día, sino al resto de familiares, que se presentaban sin avisar, y dispuestos a amargar la existencia de sus habitantes.
La madre de Fernandina, soportaba con estoicidad admirable, los vendavales y disputas de los que tan a menudo hacían gala los tíos, tías y demás familia, llenando de malestar y dolor, los días, mal llamados ,de estío y fiesta.
Fernandina, huía con sus hermanos más pequeños, a coger uvas y avellanas a los campos vecinos, o iban al río a bañarse. Cualquier cosa , antes que soportar un minuto más en el interior de la casa.
A veces, resultaba un infierno.


Capítulo 16

Un frío día de febrero, Fernandina, decidió fugarse, harta como estaba de la familia.
Recogió cuatro cosas que necesitaba; muda de bragas, camisetas, jerséis, calcetines ,un par de pantalones, y se fue.
Pasó un mes fuera de casa, compartiendo una masía destartalada y abandonada, en un pueblo del pirineo leridano. Sus colegas, eran fugitivos adolescentes, desamparados como ella y amantes de la aventura.
Sobrevivió gracias a la caridad y favores que se hacían mutuamente. Dicen que la miseria une.
Buscaban en los contenedores más cercanos a las tiendas de comestibles y restaurantes. Comían las sobras.
Vivió una nueva experiencia, compartiendo pensamientos, sinceridad, cuerpos ,colchones, sueños…
Febrero en el monte, era gélido de cojones; menos mal que los troncos recogidos en el bosque, les daba algo de calidez, luz y humo…

Capítulo 17

El viento del Norte, disipaba cualquier duda que pudiera embargar el corazón de Fernandina.
Estaba decidida a dar rienda suelta a sus fantasías y deseos.
Tanto si eran o no, moralmente censurables.
Nunca se había planteado la posibilidad de la culpa.
Su necesidad de justicia, su asco y rechazo hacia la sociedad, en la que le había tocado vivir, era más, mucho más grande que su conciencia del delito.
Con los años, había perdido todo vestigio de humanidad. Se apoderó de ella un vacío insondable, que la hizo inmune, la convirtió en pusilánime, asesina, salvaje e impía.
Como los personajes preferidos de sus novelas…

Capítulo 18

El desamparo, era una de los atributos ,de los que gozaban muchas niñas de su generación. Víctimas de un machismo galopante, solo se les permitía aprender a ser buenas madres y amas de casa, monjas o solteronas.
Hubiera sido una buena mezcla, si además de asesina , fuera monja…¡¡¡.
Pero eso será otra história.

Capítulo 19
Todos los días paseaba por la playa al amanecer, llenaba sus bolsillos de caracolas marinas y piedras redondas. Eso la relajaba. El sonido de las olas, llenaba su espíritu y su mirada, de una fuerza desconocida, que la ayudaba y animaba a seguir viviendo.





Capítulo 20

Estaba dispuesta a dar rienda suelta a los demonios de la infancia, esos que la perseguían siempre.
Era la única forma de liberarse, a poder ser creativamente, dañando lo menos posible, su ya de por sí, castigada existencia.
El porqué de sus actos, no le importaba en absoluto.¡ Los llevaba a cabo, y basta¡
Así fue a lo largo de su vida. Sabía que por ello tendría que pagar un alto precio, pero no le importaba. Valía la pena.
Estaba acostumbrada, a las más furiosas tempestades, todo su recorrido, fue una carrera de obstáculos, tenía el cuerpo y el alma curtidos, como la piel de un marino, que vuelve a su casa después de treinta años navegando.

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