CUENTO NÚMERO UNO


HISTÓRIA DE UN MUEBLE NEGRO Y SU CONTENIDO.

El comedor era su lugar preferido.
En él, hay un mueble negro de tres módulos, cada uno con cuatro estanterías.
En ellas guardaban recuerdos de más de treinta años de vida y ausencias.
Guías de teléfono, videos con películas del siglo pasado. ..
Una colección de novelas y otra de cedés.
Fotografías de Magdalena y Zacarías, cuando eran niños y ya de mayores. Regalos de cumpleaños, como un joyero redondo que contenía unos pendientes, regalo de su íntima amiga Ester, un cerdo-hucha de barro, donde Zacarías guardaba las monedas de uno y dos céntimos.
El diós inca de la salud, presidía la estantería  del centro. Dos botes de cristal, conteniendo piedras y conchas marinas. A Magdalena le gustaba coleccionar esos regalos del mar…
Dos jarras de cerámica vacías, bueno, solo una, la otra contiene una flauta de madera y un abanico.
Al lado, un caleidoscópio, hacía las alegrías de los niños cuando miraban al través, en un día de sol.
El reloj amarillo cantaba las horas y a veces hasta las lloraba.
En un rincón un vaso de cerámica de espejitos, guarda, bolis, lápiceros, rotuladores de colores, tiralíneas, sacapuntas,  goma de borrar y una tijera.
En el otro extremo una caja de madera de labores; en su interior, agujas de ganchillo, de coser, bobinas de hilo, dedáles y cintas de colores,botones y algún que otro sueño antiguo y oculto.
En la parte más alta, hay tres macetas con potos de un verde escandaloso que se enredan con las fotos y bajan acariciando recuerdos.
Y el cenicero ocre con incrustaciones plateadas, regalo del primo Toni, traído desde Marraqués.
Lo mejor es la foto de familia de la madre, con sus ocho hijos pequeños, en un bosque en blanco y negro; esa imagen no tiene desperdicio.
Cada semana, cuando Magdalena limpia las estanterías, le da un beso a las fotografías, tanto de los vivos como de los muertos. Ese ritual  la confortaba y llenaba de ternura.

Zacarías, callaba; la entendía y amaba, aunque él no era así…

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